sábado, 23 de noviembre de 2013

Dos Prohibiciones De Nuestro Árbol Genealógico

Para sanar una enfermedad no podemos limitarnos sólo a lo científico. La mirada de un artista equilibra la de un médico, ca­paz de comprender los problemas biológicos pero que carece de las técnicas necesarias para detectar los valores sublimes sepultados en cada individuo. Para que sane, es necesario que el paciente sea lo que en verdad es y se libere de la identidad adquirida: lo que los otros han querido que sea. Toda enfermedad proviene de una orden que hemos recibido en la infancia obligándonos a realizar lo que no queremos y una prohibición que nos obliga a no ser lo que en realidad somos. El mal, la depresión, los temores resultan de una falta de conciencia, de un olvido de la belleza, de una tira­nía familiar, del peso de un mundo con tradiciones y religiones obsoletas.
Para sanar a un paciente, o sea ayudarlo a convertirse en lo que en verdad es, se le ha de hacer consciente de que no es un indivi­duo aislado, sino el fruto de al menos cuatro generaciones de ances­tros. Es imposible conocernos a nosotros mismos si no conocemos el legado material y espiritual de nuestro árbol genealógico. Pero las estructuras del clan familiar no deben ser el objeto de interpre­taciones restrictivas que analizan al ser como si fuera una máquina biológica.
Las grandes teorías psicológicas del siglo XX emanan de geniales médicos psiquiatras, como Freud, Groddeck o Reich. Pero en sus seguidores se desarrolló la creencia falsa, nociva, de que para conocer el alma humana toda búsqueda debe inspirarse en procesos de investigación científica.

Extracto de Metagenealogía, Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa


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Imagen: Charles Lee
Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter

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