viernes, 27 de diciembre de 2013

FAMILIAS TÓXICAS

“Por encima de todo: Honrarás a tu madre y a tu madre”.

Una de las cosas más difíciles en Psicoterapia es integrar todo el dolor que nuestros propios familiares nos propician, sobre todo cuando somos niños.
Los aspectos culposos y vergonzosos del ser humano se gestan dentro del núcleo familiar, para un niño victima de maltrato o de abusos por parte de sus familiares esto es un drama que se articula en multitud de conflictos, por un lado la impotencia para poder defenderse y por el otro esa necesidad de amor que no puede ser cubierta por las figuras más importantes para el infante, su padre, su madre y a veces los hermanos.
El gran dilema que esta situación genera es la cantidad de rabia y resentimiento que se anidan en la psique del niño, estando éste obligado a querer a sus padres y familiares maltratadores a pesar del los abusos o malos tratos.

Frases como “la familia solo hay una”, “como la familia no hay nada” nos llevan a creer erróneamente que debemos amar a nuestros verdugos. Pero ¿cómo puede una niña amar a su padre si este abuso sexualmente de ella o le propinó sendas palizas?.

La idea de la familia perfecta es solo una quimera.

Socialmente somos educados a honrar a nuestros padres, a quererlos pese a todo, pero ¿quién defiende la dignidad del niño?
Crecer en un ambiente familiar violento, disfuncional se paga muy caro, pues en la edad adulta ese aspecto de la psique, el Arquetipo de niño-niña herido nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Cuando este arquetipo está activo el adulto reacciona emocionalmente al igual que un niño, conectando con ese desamparo y abandono que sufrió en su más tierna infancia.

El arquetipo del niño-a herido-a está presente en muchos adultos que de forma inconsciente arrastran este dolor a sus espaldas. La falta de amor, de reconocimiento que vive el niño, se quedo grabado en su psique y solo con un proceso terapéutico continuado puede ser integrada esta terrible herida en la psique.

El estigma de este arquetipo es el miedo, la inseguridad, el sentimiento de abandono, la falta de autoestima. La manifestación de este arquetipo se articula en enfermedades relacionadas con el aparato digestivo, bucales (dientes), adicciones, bulimia-anorexia, depresión, ansiedad... así como en relaciones basadas en la dependencia afectiva.

El arquetipo del niño-niña herido-a sería la punta del iceberg, pues si analizamos al clan familiar, a la estructura que conforma la historia de nuestros ancestros podemos vislumbrar que el dolor no es un acto casual, sino que por el contrario forma parte de nuestra novela familiar nos guste o no.

Inconsciente Familiar

Para poder comprender e integrar la realidad familiar dolorosa hemos de ampliar nuestro campo de visión. Pues somos el eslabón de una cadena, formamos parte de un clan en donde el dolor es como un testigo que pasa inexorablemente de generación en generación. 
Desde el punto de vista del transgeneracional (inconsciente familiar) como integrantes de un clan heredamos aspecto físico, carácter, y también heredamos los conflictos no resueltos de nuestros antepasados, somos víctimas de víctimas.

Ancelin Schützenber psicoanalista, analista de grupo –una de las primeras terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia– y profesora emérita de psicología en la universidad de Niza, en su libro ¡Ay mis ancestros! Pone de manifiesto el modo en que heredamos los conflictos, los traumas no sanados de nuestros ancestros. 

“Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”. 


Así repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una manera de honrarlos y de serles leales.
Cuando vivimos situaciones traumáticas dentro de la familia en muchas ocasiones son los hilos invisibles de lo “inconsciente” que se ponen de manifiesto dentro del clan, no son hechos “sueltos” inconexos sino que por el contrario están conectados a la historia familiar. 
Un niño maltratado no emerge de la nada, en la mayoría de los casos sus propios padres han sufrido los mismos abusos y situaciones dolorosas por parte de sus propios padres por ejemplo.
En psicoterapia es muy común encontrar a personas que sufren las consecuencias de ambientes familiares disfuncionales con una gran carga de dolor y de trauma psíquico. 
Es un error común en muchos enfoques terapéuticos llevar al paciente a “perdonar”, acto muy noble por supuesto, pero que de poco sirve. Enfocar el conflicto desde ese prisma sin haber liberado antes el dolor y el resentimiento, sin haber comprendido todo el cuadro familiar de donde provenimos es un acto yermo desde el punto de vista terapéutico.

Anne Miller en su obra “El cuerpo no miente” manifiesta de qué forma esta doble moral “amarás a tu madre y a tu padre” crea en la persona una doble confusión de la que le es difícil escapar. Ser “buenos” por encima de todo, tragar cualquier tipo de humillación proveniente de nuestros padres y familiares es visto como un acto estoico, pero no nos confundamos, el sacrificio y la humillación por la que hemos de pasar no nos lleva a sanar sino todo lo contrario. Aceptar la propia verdad dolorosa dentro del sistema familiar duele, pero peor aun es negarla, pues todo lo que se reprime se imprime en el inconsciente y si de familias hablamos éstas tampoco se escapan del los hilos invisibles de la sombra.

En nuestro clan existe una novela, un drama particular del que todos los integrantes del clan son participes. La sombra en la familia no es plato de gusto para nadie, pero en todas las familias “cuecen habas”.

En fechas significativas como son las “navidades” muchas personas viven el conflicto de tener que reunirse con la “familia toxica” en definitiva con las personas que más les han hecho sufrir en su vida. En la navidad llega el turrón pero también llega el tiempo de la hipocresía y el silencio contenido, de los no dichos, del juicio, la culpa..., por eso cuando nos acercamos a estas fechas nuestros pulmones se colapsan, no porque “cogemos frío”, sino porque vivimos un ataque frontal en nuestro territorio o porque el ambiente está contaminado con el polvillo de los asuntos no resueltos entre los integrantes de la familia.

La familia perfecta y unida vende, pero por desgracia esto no es la realidad, en los medios de comunicación somos contaminados con estas imágenes de perfección que solo nos llevan a la frustración pues no nos vemos reflejados en ellas, sino todo lo contrario. 
Si estamos inmersos en la dinámica de una “familia tóxica” lo primero que debemos aceptar es que esto es así nos guste o no. Muchas veces es necesario prescribir un alejamiento de nuestra propia familia para poder vivir con un poco de paz, puesto que el foco de conflicto se encuentra en su seno y entrar en contacto con las personas y situaciones conflictivas puede llevarnos a vivenciar una y otra vez las situaciones dolorosas. 

En estos casos el trabajo terapéutico es muy recomendable, pues es en el marco terapéutico donde estos vínculos tóxicos y complejos pueden ser vistos, sentidos o presentidos, ya que fuera del contexto terapéutico son temas de los que no se habla por el gran dolor que acarrean, porque son temas vergonzantes, dolorosos que muchos optan por tapar.

Afortunadamente gracias a los trabajos de investigación de muchos analistas e investigadores de la psique humana podemos hoy en día ajustar estos vínculos y nuestros deseos para que nuestra vida este a la altura de lo que nosotros deseamos, de aquello que profundamente ansiamos y necesitamos (y no lo que se espera de nosotros) para poder SER.

Aceptar la naturaleza dual de la vida es todo un trabajo de transformación que comienza por nosotros y el lugar que ocupamos dentro de nuestras familias.
Nos guste o no la vida duele, la familia duele, pero el sufrimiento, este emerge de la negación y represión del dolor, de ti depende mirar de frente a la vida y dignificarte como persona a solas si es preciso.


La verdadera sanación y transformación del alma nace de enfrentar 
y reconocer nuestra sombra, ¿después?
... después ya no hay nada.


∼✻∼
Surá Lillo.
Psicoterapeuta con Obsidiana (SITO)
Psicosomática Clínica (BIONEUROEMOCION)

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