lunes, 30 de diciembre de 2013

Una Mirada A “El Arcano Sin Nombre”

“El padre y la madre han sido destronados en un primer tiempo, para que la nobleza de lo masculino y lo femenino aparezca bajo forma de dos arquetipos purificados”.

“Cuando una revolución es deseada, el Arcano XIII la trae con una rapidez radical que puede producir un gran alivio”.
Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa, en “La vía del Tarot” (ed. Siruela)

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Araña que no cesa de parirte, sombra que sonríe detrás de la ilusión, te sumerjo en la clausura para que estés por fin delante de ti mismo: espada de luz en medio de la noche, fuerza eterna que sólo cambia de forma, deposita tus huesos en mi hocico, sacrifica ese ojo que parece verlo todo sin ser nada, desintegra la idea que tienes de ti mismo, yo te otorgo la mirada del difunto, cuencas sin fondo donde sólo habita el Creador: todo se hace espejo, te ves en cada cosa, no encuentras diferencia entre la piedra y el sueño. Dame lo que es mío, tu piel, tus músculos, tus vísceras, tu sangre y por sobre todo la cara, esa máscara que cubrió tus incesantes cambios, cuando fuiste niño y la inocencia azucaraba la crueldad de tus sentidos, cuando fuiste joven y en cada una de tus células vibraba la locura del alba, cuando fuiste un hombre capaz de tallar la primera piedra del último templo o un anciano viendo esfumarse sus deseos como torrentes de nubes: rebaño fugaz de animales desnudos, sus dolores y placeres, sus ansias, sus temores, sus ideales, sus rechazos, el insensato carnaval de la memoria. Tu madre, blanca como esa leche que reclamabas en la médula del sueño, el falo de tu padre quebrando cada noche los cristales del milagro, la voz acre de tu hermana pidiendo ser la dueña absoluta de tus sombras, la marabunta de abuelos transportando una sola biblia a lomo de burro, las amantes vestidas de luna criando palomas que se volvían cuervos, los amigos que entre vino rojo y necedades te devoraban el alma, los libros, los cuadros, los discos, los filmes, los héroes, los hijos, la humanidad entera con sus obscuros juegos ha venido a despedirte. Te alejas de la voraz muchedumbre, te sumerges en mi esplendente belleza. Ya estás solo. Esa tierra que te cubre con amor es tu legítima carne. Desciendes al centro, caen los ropajes, fallecen las víboras del ego, atraviesas el umbral tenebroso hacia una unidad más amplia, avanzas por una vagina dorada, te dejas llevar por un río invisible, recorres los diez círculos de plata, comienzas a extenderte, superficie de un lago sin orillas, aire que remonta del fondo del agua escapando de un vaso olvidado, alma sólo vestida de un halo rutilante, nunca más esclavo de la gravedad, descubres una palabra muda liberada del calor de la lengua, tu silencio inunda la única palabra, vas de virtud en virtud, de felicidad en felicidad, de triunfo en triunfo, te disuelves en el bramido creador... Venenosa raíz del crecimiento, gangrena que carcome la apariencia, latigazo que renueva los cimientos, el Verbo te convierte en aurora, sol inmóvil alrededor del cual yo giro con mi guadaña convertida en arpa. Esplendor de mi sombra abre los ojos: ha comenzado la subida por la escalera santa: entrarás en la hoguera donde arden para siempre los profetas, renacerás llevando en el vientre el feto del primer ancestro, surgirás como un géiser dibujando caminos con tu vara verde, serás una esfera que se expande hasta alcanzar el misterio, punto donde se cruzan todos los ejes, nunca más te equivocarás de camino.
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“Yo, el Tarot” de Alejandro Jodorowsky


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