viernes, 28 de febrero de 2014

En Lo Más Alto De Las Nubes II

Alejandro Jodorowsky: No soy aquel que dominado por un horror al vacío huye del verdadero sitio buscando un sueño para convertirlo en patria. El presente no me parece la prolongación de un ayer inaceptable, el porvenir no me cae en la nuca como un cierre metálico ni me devoran todas las sombras del mundo. De la barca de la penumbra soy el clarividente mascarón de proa, la abeja dorada que acecha debajo de cada letra, la llave que abre las dimensiones selladas, el obrero que construye una mansión infinita, el ojo que palpita en el vientre del azar. Como el heroico vuelo de un águila herida, voy más allá de donde cesan las palabras. Entre acordes, matices y estructuras, permito que la ilusión ascienda a la belleza, concedo un proyecto a los derrumbes, convenzo al caos para que alumbre un orden, acepto ser el grito de esperanza lanzado por las piedras. Ni el alacrán de los juicios ni la cobra de la duda pueden convencerme. Lo importante no es un disfraz de lo nimio, lo necesario no es una farsa de lo casual, lo duradero no es un suspiro de lo efímero, la verdad no es un pez ciego en el océano sin fin. Quien ignora las amenazas de la luna y con humildad acepta mi presencia se apodera de la espada que relumbra en las entrañas del alma. Canto secreto de los huesos en la fragilidad de cada huella, pilar de mármol vivo entre el letal laberinto de la hiedra, montaña que da sentido al vuelo fugaz de las luciérnagas, refugio para el caminante que avanza con los pies heridos. ¿Cómo no dar pan a los hambrientos? ¿Cómo no humillar al altanero? Desmenuzo los cerrojos de hierro, libro a los caídos de su ruina, expulso del idioma la inmundicia, los latidos de mi corazón dictan las Leyes. Enjambre inexorable alrededor de mi cetro giran los ancestros. Puente sobre los barrancos del tiempo, hemos unido la raíz de nuestras mentes, bebido la sangre de inclementes bestias, lanzado flechas para dominar al viento, sobre cabezas cortadas elevado templos, envuelto nuestros penes en cuero de serpiente, con una máscara de pájaro y un cuchillo verde sometido el reino de los muertos. ¿Dónde puede elevarse mi trono si no es en el centro del firmamento? Entre el fecundo aroma de la cima y el visceral aliento del abismo cambio los cuernos de mi frente por una corona que impone la obediencia. Esperma donde se une la locura del agua con el ardor del desierto, en mi oído interno escucho el canto de cien mil pájaros blancos. 



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Extracto de “Yo, el Tarot” de Alejandro Jodorowsky
Imagen: Manny Jaef

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