lunes, 21 de abril de 2014

Psicomagia Aplicada Para Sanar Verrugas

Las verrugas son una molestia muy ligada al estado psicológico de quien las padece. Vino a consultarme un psicoanalista chileno, que trabajaba en París, porque le había crecido una verruga grande en la planta de su pie izquierdo, lo que le dificultaba caminar. Su médico le dijo que era necesario aplicarle ácido durante más de un año, para eliminarla. Le expliqué que algunos estudiosos del simbolismo del cuerpo humano relacionan el pie izquierdo con la madre y el derecho con el padre. Me confesó que su madre, habiendo sido abandonada, lo crió sola, estableciéndose entre ellos un sólido cariño. «¿Cuánto tiempo hace que no va a visitar a su madre?» «¡Cuatro años!» «Quizás esa verruga, que lo hace consciente de sus pasos, haya sido producida por un sentimiento de culpa: usted la está abandonando tal como su padre lo hizo. Debería ir a verla.» «Así lo deseo, profundamente. Pero me es imposible: tengo compromisos de trabajo ineludibles.» Le propuse:
Fotocopiar varias veces una foto de su madre. Con las fotocopias, crear unas plantillas e introducir una en el zapato izquierdo (con la figura de la madre hacia la planta del pie, desnudo). Debía mantenerla ahí hasta que comenzara a borrarse por el uso, y entonces debía cambiarla por una nueva. Así lo hizo. Su verruga desapareció al cabo de dos semanas.
A los consultantes que tengan cualquier otro tipo de problemas psicológicos, les recomiendo:
Frotar las verrugas con un pedazo de bistec crudo para luego tirárselo a un perro que pase por la calle. Para el inconsciente, el perro es un animal protector. Al cometer esta acción, el consultante debe murmurar:
«Llévatelas lejos de mí».
La abuela del dibujante francés Francois Boucq le curaba las verrugas frotándoselas con una cebolla a diario una vez durante nueve días; luego enterraba la cebolla, y cuando se pudría ésta las verrugas desaparecían.
Esta receta de sabiduría popular y mi consejo, en cierta forma, aplican técnicas similares: al frotar la verruga con un elemento orgánico (carne cruda/cebolla) se provoca una absorción de esencia. (Si no se cree en tal cosa, se puede admitir que para nuestro inconsciente, que da por real todo acto simbólico, eso es cierto.) El elemento orgánico, así cargado, se traspasa a un animal -éste, al comer la carne, destruye a la verruga- o a la tierra, que devora a la cebolla.
Los frotamientos deben realizarse no de forma defensiva o agresiva, sino con delicadeza y amistad, como si fueran una caricia. El inconsciente nos envía enfermedades como si fueran emisarios, para que, eludiendo la barrera moral que impide que nuestras impulsiones básicas se hagan presentes, transmitan a nuestra parte racional informaciones preciosas.
Más que luchar contra una enfermedad, viéndola como un funesto enemigo, es mejor imaginar que es una entidad respetable a la que es preferible adoptar y seducir, agradeciéndole que nos obligue a ocuparnos de nuestro cuerpo, liberándonos así de los espejismos mentales en los que nos sumergimos para no encarar valientemente los traumas y conflictos.


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Alejandro Jodorowsky en “Manual de Psicomagia”.
Imagen: Adrian John Zadow



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