lunes, 7 de julio de 2014

2. Conflictos Libidinales: La Lucha Por La Identidad Sexual [2/4]

La mujer siente un gran deseo de conquistar la masculinidad. El hombre, de manifestar su feminidad. Ella forma un pareja para simular una feminidad que no conoce, porque ha tenido una madre viril. Él forma una pareja para simular una virilidad que no conoce, porque ha tenido un padre débil o ausente o muerto prematuramente, lo cual le impide incorporarlo dentro. Ha sido educado por la madre, o la abuela, o por una hermana o una tía.
Por ejemplo, una mujer fuerte y grande -que detesta la masculinidad de su madre y no quiere ser como ella- se hace pasar por una hembra frágil y débil ayudándose de ropas, peinados y actitudes infantiles. Forma pareja con un hombre inseguro, castrado espiritualmente por su madre, que se hace pasar por un macho fuerte y posesivo. Cuando pasa el tiempo, se quitan las máscaras y la mujer comienza a actuar como hombre y el hombre como mujer.
Al comienzo se decían: «Quiero alentarte en tu rol de hombre y resignarme a la actitud femenina pasiva, puesto que es una característica de las mujeres» o «En nuestra relación quiero afirmarme como hombre para dejar de ser el niño de mi mamá» .
Más tarde, cuando ella comienza a llegar tarde, a hacer lo que le viene en gana, a imponerse y él se encierra en su pasividad, pueden decirse: «Si soy infiel es porque tú eres celoso» o «Si soy celoso es porque tú eres infiel».
De cuando en cuando estallan conflictos y las posiciones se invierten. Después de muchas crisis, cuando se establece una tregua, pueden decirse, creyendo que han solucionado el problema: «Soy hombre gracias a ti, mujer. Tú me confirmas en mi virilidad» o «Te confirmo en tu virilidad, porque eres un hombre gracias a mí».
Esto no dura siempre. La mujer, progresivamente se va volviendo frígida y el hombre cada vez tiene más dificultades para conseguir una erección. Ambos han perdido el deseo. Para funcionar bien, ella necesita perderle el respeto; pero él, si le pierden el respeto, se obstina en su impotencia.

Dos flores se declaran su amor:
-¡Oh, te amo! -dice la primera- ¡Si supieras cómo te amo! -y la otra responde, temblando: 
-¡Y yo me muero de deseo por ti...! ¿Qué te parece si llamamos a una abeja? 

Puede, aparentemente, solucionar el atolladero la entrada en escena de un tercer personaje, bien un hijo de ambos, bien un amante. En el primer caso, como el niño nació en medio de profundos conflictos, presenta todo tipo de problemas. Los padres dejan de lado sus disputas y se preocupan por lo que le sucede al niño (en realidad, lo que ellos le hayan hecho). Eso los mantiene unidos durante un tiempo. Sin embargo... de ninguna manera un pequeño puede ser la solución al problema de los adultos. En el caso de los amantes: cuando es hombre quien parte, no tarda en regresar porque echa de menos la fuerza de su mujer y, en el momento en que ella abre los brazos para perdonarlo, se convence de que es amado y de que lo van a proteger... Si es ella quien parte, acaba en conflicto competitivo con la virilidad del amante y, entonces, regresa deseosa de encontrar la dulzura de su marido. Igualmente, cuando éste, dócil, la perdona llorando, se convence de que es amada y de que la van a obedecer...
Ambos han buscado una confirmación, pero si no desarrollan su nivel de conciencia continuarán dudando hasta la muerte.

Ver También: Psicomagia Aplicada Ante Conflictos En La Pareja: [2. Lucha Por La Identidad Sexual]


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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en Cabaret Místico” 
Imagen: Four Leaf Lovers by Hieislittlekitsune

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