miércoles, 9 de julio de 2014

4. Conflictos Intelectuales: La Lucha Por El Poder [4/4]

Un filósofo conoce a una mujer de una gran belleza. Ella queda fascinada por la inteligencia del hombre. Él, sintiéndose subyugado por la hermosura de ella, le dice:
-De ahora en adelante, tú y yo seremos un solo ser. La mujer le responde: 
-¿Uno solo?, mi amor. ¿Cuál de nosotros dos?

Quién domina a quién ocupa el noventa por ciento de la relación de pareja. Ambos miembros, cuando eran niños, no tuvieron la oportunidad de ser ellos mismos, sino que fueron obligados a ser lo que sus dominantes padres querían que fueran. Crecieron con un enorme deseo de vencer al otro. En este caso la pareja es un campo de batalla. Quienes vencen pierden interés en la relación y se alejan. Otras veces, a causa de haberse sentido abandonados de niños y de no haber curado todavía esa herida emocional, creen que si se entregan al placer que el otro procura darles caerán vencidos y que, entonces, al caer vencidos se entregarán y que, si se entregan, de nuevo los herirán y abandonarán. «Quisiera someterme, dejarme conducir por ti sin resistencia alguna, que tú mandes, que tú decidas, como hacían mis padres. Pero no puedo, ni quiero. Estoy convencido de que si lo hago, me desatenderás. Así es que, aunque me grites o me golpees, insistiré en mis reivindicaciones de independencia. A veces amenazaré con suicidarme para que comprendas que debes dejarme libre. Sin embargo, a pesar de todas tus brutalidades, no puedo separarme de ti, no puedo vivir mi vida de forma independiente. Estoy dentro de un juego cruel al que yo mismo me he encadenado.»
Quien mantiene sometido y atrapado al otro dice: «Puesto que en una pareja uno de los dos debe dirigir asumiré yo ese papel, porque durante toda mi vida he tenido que bajar la cabeza. Con mis padres nunca pude opinar, satisfacer mis gustos ni desobedecer. Ahora que te he encontrado a ti, débil y cobarde, aprovecharé para tratarte exactamente como hicieron ellos conmigo».
Pero esa persona débil está habitada por un deseo enorme de dominar, de vencer algún día. En cambio, la que dirige, en el fondo es insegura y sólo dominando se demuestra a sí misma que tiene fuerza.
«Soy activo y potente porque tú eres pasivo y dócil.»
«Soy pasivo y dócil porque tú eres activo y potente.» Ninguno de los dos puede avanzar hacia otros niveles; si lo hicieran sentirían que pierden su poder. Cuando el dominado se libera poco a poco, el dominador, por miedo a la separación, comienza a hacer concesiones:
«Me he convertido en un tirano porque tú eres negligente.
«Me he convertido en negligente porque tú eres un tirano.
Resultado: la situación neurótica es idéntica, sólo que los roles se han invertido.

Cuando una relación va mal, ha llegado el momento de mejorarla, de verse uno a otro sin máscaras, de reconocer la voluntad de uno y la voluntad del otro, y ponerse de acuerdo. Si en la pareja una de las partes se sacrifica, no es una pareja de verdad.

A bordo de un tren, un hombre y una monja viajan en el compartimiento. En el camino, el hombre empieza a sentir calor. Se quita la corbata. Un poco después, debido a que experimenta calor, se despoja de la chaqueta. Luego se quita la camisa e incluso el pantalón y los calcetines. En cosa de un instante está completamente desnudo y la religiosa, más que disgustada, se halla al borde de un ataque. Es entonces cuando el hombre saca un cigarrillo del bolsillo de su pantalón y, antes de encenderlo, se dirige cortésmente a su compañera de viaje:
-Madre, ¿le molesta el humo?

Generalmente el varón, sin ponerse en ningún momento en el lugar de la otra persona y sin preocuparse en lo más mínimo de lo que ésta pueda sentir, desear o de lo que en verdad ella sea, preocupado sólo de sí mismo y considerándose él un astro y a su mujer como un servil satélite, se permite a sí mismo cualquier tipo de torpeza, error, engaño o violencia pensando que, después, un acto amable, una frase aduladora o un regalo hará que todo quede disculpado. Es incapaz de advertir su egoísmo. Y si esto se aplicase a su interior, a la relación de los cuatro egos con el Yo superior, observaríamos el mismo cuadro lamentable. En vez de aprender de él a reverenciar humildemente a su Yo esencial, el Yo personal, convertido en tirano, acorazado en sus límites, se erige en lamentable guía.

Creyendo que la sangre que corre por sus venas es sólo suya, y no de la humanidad, la ensucia con toxinas y drogas. Miente para lograr egoístas placeres sexuales o notoriedad. Se siente un héroe de película porque sólo habla con frases hirientes y negativas. Envenena su mente con ideas locas... Autodestruirse significa también destruir el mundo, al otro. Lo que él se hace nos lo hace a nosotros. Lo que él se niega, nos lo niega. El mayor defecto de un ser humano es no elevar su nivel de Consciencia... Cuando se habla de «Consciencia», se tiende a creer que uno se está refiriendo a una acumulación de saber, es decir, de sonidos llamados «palabras». Aunque Alfred Korzybsky, creador de la semántica no-aristotélica, dijo: «La palabra “perro” no muerde», a quien no sabe que la palabra «perro» no muerde, ésta lo muerde. Y aunque también dijo «El mapa no es el territorio», la mayor parte de los ciudadanos viven en mapas, en mundos imaginarios que embuten a la fuerza en la realidad. Para algunos, lo que no es palabra no existe.

Un profesor, después de sus clases, regresa a casa. Su mujer le dice:
-Nunca adivinarás lo que me sucedió esta tarde. Tocaron al timbre, abrí y me encontré frente a un tipo que no dijo una palabra. Entró y cerró la puerta, silencioso.
-No es posible... 
-¡Sí! Me empujó hacia el dormitorio sin decir nada y me arrojó sobre la cama...
-No es posible... 
-Te lo aseguro. Y después, aún mudo, me arrancó el vestido, mis bragas, se desabrochó la bragueta y me violó... 
-No es posible... 
-Te lo juro. Después se fue sin decir una palabra. 
-¡Ah! -suspira el marido-. Entonces nunca sabremos por qué vino...

Una mujer que detesta a los hombres no se puede realizar porque, de manera inconsciente, odia la parte masculina de sí misma y no la puede integrar. Lo mismo le sucede al hombre que por un secreto odio a las mujeres rechaza su propia feminidad, no pudiendo completarse. Sólo alcanzamos la paz cuando nuestra mujer y nuestro hombre interiores se equilibran y manifiestan libremente.

El poeta chino Li Po escribió un hermoso poema de amor:
Los pájaros levantan el vuelo, desaparecen.
Una solitaria nube, ociosa, se disipa.
Por contemplarse sin cesar el uno al otro,
sólo la montaña reverente permanece.

«Los pájaros levantan el vuelo, desaparecen.» Encontrar al ser que nos corresponde equivale a ponerse a meditar frente a un universo imponente. Nuestras palabras se disuelven. Se acaba el delirio intelectual. Emocionados, no tenemos nada que decir. Nada que comprender. Sólo nos resta contemplar
«Una solitaria nube, ociosa, se disipa.» Cuando hemos calmado el intelecto -la antigua definición de nosotros mismos, la amalgama desequilibrada de nuestros cuatro egos-, el Yo personal que defendíamos con uñas y dientes pierde significado, definición, se esfuma como un fantasma inútil. El otro aparece con un sublime resplandor.
«Por contemplarse sin cesar el uno al otro...» La persona que ha abierto las puertas selladas de nuestro corazón, a que nosotros, ha visto emprender el vuelo de sus palabras, disolverse la vieja imagen de sí misma. Estamos fascinados frente a frente, como para siempre...
«...sólo la montaña reverente permanece.» Nos de mutuamente: «Sólo existes tú. No hay sitio para mí». Somos el otro y el otro es nosotros. No hay ninguna separación entre nosotros y el mundo. Nos identificamos con la montaña, que por muy sólida que sea, reverencia al cielo: vacuidad donde se han disuelto los pájaros y las nubes...
¿Qué consejo matrimonial se puede dar a una pareja que busca este ideal? Los cónyuges, para lograr una unión sana primero deben prometerse que...

En el terreno intelectual, vamos a dejamos el uno al otro ser lo que somos. Me caso contigo prometiendo que de ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo exactamente como yo lo veo. No cambiaré de parecer angustiándote con exigencias, agresiones orales, mal humor, reclamando sin cesar un «Quiero que pienses esto o lo otro». Respetaremos siempre lo que somos sin sentimos culpables, sin permitir que nadie intente imponemos conductas o ideales que no sean los nuestros. Tendremos derecho a expresar nuestra propia visión del mundo, aunque difiera de la del otro. No nos impediremos ver ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida. Tenemos derecho a desarrollar nuestros sentidos en la dirección que nos convenga.

En el terreno emocional, reconoceremos que no todos amamos de la misma manera. No nos someteremos a la tortura de queremos unir de un modo que no sea el nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos, sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo todo el uno para el otro. No nos encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese impensable que llamamos «Dios». Reconoceremos que el amor no es la búsqueda de la igualdad sino de la diferencia complementaria. No seremos dueños ni propiedad el uno del otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos mutuamente pero sin privamos nunca de nuestra libertad. Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.

En el terreno sexual, comprenderemos que el encuentro de nuestros cuerpos es un placer que debe ser explorado y desarrollado. La verdadera clave de una descendencia feliz es el goce con el que la engendramos. Tendremos hijos del placer, no del deber. Este placer será mutuo y sin límites. Nos permitiremos expresar nuestros deseos solicitando esta o aquella caricia, aceptando satisfacer las fantasías sexuales del otro pero teniendo también el derecho a negarnos. En este caso, el «no» es un compromiso que nos permite buscar la satisfacción con quien nos la pueda dar. La sublimación y la abstinencia deben ser sinceras y no disfraces de la frustración. Aceptaremos sin celos que otra persona dé a nuestra pareja lo que nosotros no podemos darle.

Compartiremos un espacio pero nos permitiremos también tener un territorio personal, con la promesa de no invadir nunca el del otro, respetando nuestra necesidad de soledad. Igualmente tendremos algún dinero común, pero conservaremos celosamente una independencia económica.

En ninguna parte soy algo de alguien, y en ninguna parte hay algo que sea mío. Buda

Una relación sana no se construye sobre deseos de posesión. La mujer no pertenece al hombre, ni el hombre pertenece a la mujer. Ambos se unen en el amor y colaboran en una obra, material o espiritual.

Ver También: Psicomagia Aplicada Ante Conflictos En La Pareja: [4. Lucha Por El Poder]



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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en Cabaret Místico” 
Imagen: Four Leaf Lovers by Hieislittlekitsune

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