miércoles, 10 de septiembre de 2014

La Pareja Posesiva

Alejandro Jodorowsky: La falta de amor, disfrazada de amor, puede matar. La posesividad, los celos, la infantilidad, no son amor.

No quiero que me des motivos para tener celos, le repetía cada día a su marido. Quiero serlo todo para ti, poseerte al completo y en exclusiva. Que no me vengan con tonterías sobre la imposibilidad de establecer una relación tan absorbente. Cuando alguien no está implicado al 100% es que no lo está en absoluto, no valen las medias tintas. Por ese motivo debo saber dónde estás en cualquier momento del día, lo contrario sería admitir que esto que tenemos es una “pseudo-relación”. Además sabes que soy la que mejor gestiona todas tus ideas, emociones, deseos y necesidades.

En aquel instante recordó las palabras de su madre poco antes de casarse:

“Nunca encontrarás a nadie que se preocupe tanto por ti, que esté pendiente de todo lo que haces o no haces. Tu matrimonio es precipitado, ella nunca te podrá dar todo lo que yo te ofrezco. Eres demasiado joven para adquirir tanta responsabilidad, todavía no has cumplido los cuarenta y ya quieres volar lejos del nido. Te queda mucho tiempo por delante, no trates de escapar de la seguridad familiar...”

Entonces comprendió el sencillo paralelismo: ¡Su relación se basaba en el único modelo que había conocido! Vivía en una cárcel a la que nadie, salvo su pareja, podía acceder. De ese modo nadie le daría aquello que su pareja no podía ofrecerle.

¡Juntos hasta la eternidad!

Un Cuento:

Erase una vez de un marido carcelero que retenía a su esposa en el “hogar” como si de una celda carcelaria se tratase. Controlaba su teléfono, su monedero, el largo de sus faldas y ancho de su escote.

-Eres mía, yo soy tuyo, en eso consiste el amor-, repetía el obsesivo esposo.

Mientras él enloquecía de celos y ella se marchitaba como una rosa cortada, el destino quiso que que un chaval del barrio pintase un inocente grafitti en la fachada de la cárcel que habitaban:

“La más bella canción de amor se escribió con notas de libertad y letras de confianza”. 

Ambos leyeron ese mensaje docenas de veces al entrar y salir de la casa. A los veintiún días de la pintada, ella hizo las maletas y se marchó canturreando sin volver la vista atrás. Él se quedó en silencio, solo y reflexivo: “Está loca, no habrá nadie en el mundo que le cante mejor que yo”.

Texto tomado de Plano Sin Fin
Imagen: Graveyard lovers by Berk Ozturk


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