jueves, 16 de octubre de 2014

Diálogo Poético De Alejandro Jodorowsky Sobre Dios

“¿Qué es Dios? // Una ilusión diferente dentro de cada cabeza”.
— Alejandro Jodorowsky 

-Mamá, siempre me hablas de Dios ¿Qué es Dios?
-No sé lo que es Dios, hijo mío, pero siento su presencia.
-¿Dónde está?
-Aquí. Si no está aquí, no está en ninguna parte.
-¿Qué llamas “aquí”?
-Todo esto, la tierra, el cielo, tú, yo, los otros, “aquí” es también Dios: no hay más que Dios.
-­¡Luego está solo! ¡­Debe aburrirse mucho!
-No, porque se disfraza de nosotros para jugar. Somos el juego de Dios.
-¿El juego es también Dios?
-­¡Alejandrito, vete a jugar y estarás con Dios!
-¿Y si ceso de jugar, mamá? -Entonces se acaba el mundo.
Doña Sara terminó de pegar el rectángulo de papel de seda sobre las varillas de bambú, le agregó una cola y un largo hilo enrollado en un carrete de metal.
-Toma tu volantín. Hoy sopla un buen viento, podrás encumbrarlo con facilidad.
Feliz, me sentí dueño de los elementos celestes, mago capaz de elevar mi puente de hilo y papel hasta el centro del cosmos, allí donde el inmenso ojo de Dios estaría obligado a responder las dos preguntas que le iba a enviar: “¿Dónde está mi padre?”, “¿por qué nos ha abandonado?”. Junto al muelle se extendía un terreno baldío ocupado por una tribu de pelícanos, gordos, pretenciosos, paseándose con aires de sultán, saboreando las tripas que los cazadores de albacora les lanzaban. Les parecía que ese alimento conseguido sin molestias era el justo homenaje a la belleza sublime de sus cuerpos, sin darse cuenta de que los pescadores sólo les veían como plumíferos tachos de basura. Doña Sara me había dicho: “Apenas es pronunciada, la palabra se cree más importante que la boca. Desconfía de tu vanidad”. Los pajarracos se dignaron dejarme libre unos metros cuadrados de terreno y, con goce intenso, encumbré mi pequeña cometa. En el muelle, los vendedores de mariscos abrían bolas oscuras provistas de pinchos. Mientras mi cuadrado sedoso palpitaba en el cielo, creí oír un coro angelical entonado por las lenguas de esos erizos. En un papel agujereado en el medio escribí mis dos preguntas, lo pasé por el carrete y, gracias al viento, comenzó a subir por el hilo. Sin embargo, su carrera fue truncada. ­¡Muy poco había durado mi fiesta! Un niño de largos bucles amarillos, trajecito de terciopelo con cuello de encajes y zapatos de charol, el hijo del gerente de la importante planta eléctrica, encumbrando una gran bandera inglesa, lanzó gritos desafiantes y cruzó su filamento con el mío. En pocos segundos fui cortado, y a mi volantín y mis mensajes se los llevó el viento. Me di cuenta de que manipulaba su carrete con guantes de cuero. “¡Canalla, usa hilo curado! ­¡Se ha dado el trabajo de untarlo en cola de carpintero y pasarlo por vidrio molido!” Me puse a llorar ante tan desigual pelea y corrí hacia la Casa Ukrania para pedirle a mi madre que me diera un hilo más robusto... Doña Sara, sonriendo, secó mis lágrimas con su fragante delantal almidonado, introdujo en mi boca un caramelo y me dijo:
-En su juego, Dios te propone combates para ver si eres capaz de triunfar sin destruir a tu enemigo, convirtiendo sus ataduras en riqueza. No trates de luchar con él en igualdad de condiciones, no le respondas con su mismo tipo de armas. Ni tú ni yo somos tan feroces como para ponernos a curar nuestro buen hilo. Tenemos que atacarlo fuera del sistema cruel con que ha adulterado el mundo... Hijo mío: crea aliados. Los pelícanos te ayudarán. Son animales muy golosos y por tanto muy cagones. Ponte un overol y revuélcate en sus excrementos. Así, oliendo a rayos, cuando el elegante gringuito eleve su emblema nacional, acerca tu cuerpo junto a suyo. Pégate a él. El hedor le dará asco y, para salvar su traje de la materia fecal, saldrá huyendo y dejará abandonado su alevoso volantín.
Así lo hice. Luego regresé eufórico a la casa. Colgué la bandera inglesa como trofeo en la cabecera de mi cama, y después me abandoné en las manos de doña Sara que, sumergiéndome en un baño perfumado, me frotó hasta que me puse a imitar, de puro gusto, los graznidos orgullosos de mis pelícanos.

A Propósito De Dios...

Todo Lo Que Necesitas Está En Tí

¿Qué Es Dios? Si Lo Defines, Mientes. Si Lo Buscas, Lo Pierdes. Si Lo Ves, Te Ves

¿A Qué Llamamos Dios?, Por Alejandro Jodorowsky


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Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter

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