martes, 21 de octubre de 2014

Magia En El Pensamiento, Por Alejandro Jodorowsky (Introducción)

¿Qué es la filosofía? Un túnel, con un negro dentro. 
¿Qué es la filosofía religiosa? Un túnel, con el espíritu de un negro dentro. 
¿Qué es la filosofía humanista? Un túnel donde se busca el espíritu de un negro que no está ahí. 
¿Qué es la filosofía científica? Un túnel donde se busca el espíritu de un negro que no está ahí, gritando muy fuerte «¡Ya lo encontré!».

El intelecto puede preguntar pero no puede responder; puede creer pero no puede crear; puede imaginar pero no puede conocer... Quien se encierra en sus límites mentales acaba tratando de escaparse de su cuerpo. Hay una manera de unirse con el mundo que no se realiza a través de las palabras sino de las sensaciones. Pero el Ego intelectual, encerrado en la cárcel del Yo personal, nos engaña enseñándonos a sentirnos de mil maneras no auténticas, inculcándonos gestos y movimientos estereotipados, haciendo que establezcamos nuestra piel como una frontera, dividiendo el cuerpo en interior y en exterior, convirtiendo el corazón en un reloj que con su palpitar nos indica la presencia de una transformación luminosa a la que considera un castigo fatal que llama muerte, embebiendo de angustia a la carne, catalogándonos como feos, bellos, gordos, flacos, altos, bajos, jóvenes o viejos: al cuerpo siempre le sobra o le falta algo. Nos vela la posibilidad de vivir nuestro organismo usándolo en toda su extensión, concibe el acontecimiento sexual como una catástrofe, nos obliga a realizar los normales apetitos en un cuadro manchado de vergüenza que es hija o nieta del concepto «pecado». Sólo nos permite -como sucedáneo de sus incesantes críticas- la rabia sórdida, la envidia, la desesperanza. Se niega de manera terca a que desarrollemos sentimientos sublimes como el amor universal, la bondad desinteresada, el agradecimiento sagrado o el éxtasis de la libertad.

Un borracho entra haciendo eses en una iglesia y trata en vano de asirse a una gruesa columna de la nave. Gira desesperado alrededor de ella, arañando la piedra convulsivamente. De pronto se pone a aullar de terror:
-¡Socorro! ¡Me han emparedado vivo!

El intelectual limitado desarrolla cuatro grandes temores: Antes que nada, al espacio. El infinito se le hace intolerable. Por miedo a lo informe, diseña arquitecturas rectilíneas y se sumerge en cuartos que son cubos.
Teme también al tiempo. Llena su vida de distracciones para olvidar la brevedad de su paso por el mundo. Si el aquí es un cubo, el ahora es un producto de relojes: le parece que ha dominado la eternidad por llevarla en la muñeca, encerrada en una máquina.
Teme a la consciencia. Se contenta con hacer uso de diez células cerebrales, sin querer investigar en las incontables otras que no cesan de efectuar conexiones misteriosas en su cerebro. Con orgullo, permanece en su jaula de palabras; se entrega al absurdo consumista, transformando su angustia en infantilidad. 
Teme a la vida. Detesta el cambio y se aferra a sus valores anquilosados, exhibe sus sufrimientos con orgullo vanidoso, trata de «extravagantes», «locos peligrosos» o «engendros diabólicos» a quienes, desdeñando lo político, abogan por lo poético; critica con furor a «esos idealistas» que rechazando los revoluciones abogan por una mutación mental.

Un alcohólico compulsivo está invitado a una elegante cena. Al llegar a los postres, viendo que ha bebido más de la cuenta, decide simular estar sobrio. En ese momento, la dueña de la casa le presenta a sus hijas gemelas, adolescentes. El ebrio, con perfecta galante frente a las dos atractivas muchachas, exclama: 
-¡Oh, qué bella es usted, señorita!

Encerrarse en el área intelectual, como un ermitaño en una fortaleza, es una forma de ebriedad. El individuo, sumergido en su río de palabras, en su monólogo interior, pierde el contacto real con el mundo. Negando la multiplicidad del cosmos, tiende a simplificarlo en fórmulas. Mas toda simplificación acarrea sufrimiento. Vivir en un engaño mental conduce a la angustia... 

Sin embargo, el Ego intelectual se puede convertir en una fuente de felicidad si se le hace mutar, inyectándole en sus sistemas lógicos siete leyes mágicas:

Continuará...



∼✻∼
Consejos de Alejandro Jodorowsky, en Cabaret Místico” 

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