domingo, 1 de noviembre de 2015

Imperdible Entrevista Al Genial Alejandro Jodorowsky Para El Mundo


“Los cuentos me salvaron de morir cuando era niño”, asegura Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, Chile, 1929), y aún parece que hoy, con 86 años, busque abrigo en ellos. Ha recopilado más de 400, algunos de apenas dos líneas, en su último libro, recién editado por Siruela y titulado así, La vida es un cuento. Claro que lo es, y más la suya. Se juntó con Nicanor Parra, con Erich Fromm, con Marcel Marceau, con Moebius, con Marilyn Manson... Hizo el surrealismo del surrealismo con Fernando Arrabal y Roland Topor en el grupo Pánico. Inventó la psicomagia y la psicogenealogía. Se casó cuatro veces, tuvo cinco hijos, perdió uno. El año próximo va a llevar el tarot al mismísimo MoMA de Nueva York...

Hace unos meses se cayó durante el rodaje de su nueva película, Poesía sin fin, se abrió la cabeza y hoy una cicatriz aún encarnada grita: “Estoy vivo” desde su frente. En un aula blanca del Instituto Francés de Madrid -vive en París y tiene nacionalidad francesa desde hace décadas- viste de negro, chaqueta con cuello mao. No hay hastío ni desengaño. Sí un hombre que sonríe encantado de conocerse, que ya se mueve algo más torpemente de lo que le gustaría y al que por loco, por raro, por poeta, por esotérico, le dejan decir. Vale la pena escucharle. Asiste divertido, como turista, al cuento, a la pantomima, de la política en España, y más concernido a ese otro cuento perverso que es el mundo que nos hemos montado.

Muchos de los cuentos de su libro empiezan con la palabra maestro. ¿De qué es maestro Jodorowsky, de qué le gustaría serlo?

No, no quiero ser maestro. Querer ser maestro es vanidad. Yo lo que quiero es ser discípulo. Pero un maestro es solamente algo o alguien que te enseña algo. Hasta un perro puede ser tu maestro. Cuando yo por primera vez vine a Europa, el barco paró tres horas y nos dieron permiso de bajar a recorrer Barcelona. Yo no sabía adónde ir. Estaba solo. Vi a un perro y empecé a seguirlo. Y me llevó al barrio de las prostitutas primero y después al mercado, je, je, je... Conocí Barcelona gracias a un perro. Ese perro fue mi maestro.

¿Y le gustó lo que le enseñó?

Me maravilló. Yo salía de Chile, un país donde no hay cosas antiguas, y ver lo primero España para mí fue un shock cultural. Y ese perro no me llevó por museos; me llevó a la comida y a las prostitutas, lo más humano. Era ver la vida.

Más de 50 años después, ¿le sigue gustando este país?

Sí, todo me agrada. Cada ciudad es un país distinto en España, y eso es muy rico. No lo digo por hacerme el simpático, de verdad, es que tengo la visión del buen turista. Reparo en cosas que ustedes no ven.

¿Por ejemplo?

Pues me parece muy simpático que tengan un rey, esa cosa tan rara. ¿Qué es un rey? Nada. Pero es divertido que tengan un rey. Además, lo veo en las fotos y es siempre el más alto de todos, un gigante. Es muy curioso.

Podría haber incluido esa historia del perro en su libro, es como un cuento. ¿Son textos que escribió hace mucho o recientemente?

Los hay de todas las épocas. Ya no me siento como cuentan algunos, pero quedan como testimonio.

Mi preferido es Memorias de un cabalista devorado por los osos... “Nadie le había enseñado a cazar osos”, se lee, “pero el odio es el mejor de los maestros”. Es una frase tremenda, ¿no?

Claro, como la enfermedad, que también es una gran maestra. El odio es una enfermedad, la enfermedad te hace ver quién eres para poder vencer eso. El odio tiene que llevar a la compasión.

Pero no siempre lleva.

No siempre lleva, pero si te lleva aprendiste, ¿no? Yo odié a mi padre; no fue un buen padre, me aplastó, me jodió. Pero gracias al odio que le tuve aprendí la compasión hacia mis hijos.

¿Ha sido usted un buen padre?

Muy bueno. Si el mío no me hubiera hecho sufrir así, nunca hubiera creado yo un hijo que me ame, habría cometido el mismo error. Mi padre odiaba el arte, decía que todos los artistas eran maricones. Se lo agradezco, porque eso me hizo amar el arte.

¿Quiere hoy a su padre?

No. Lo he perdonado; querer no puedo quererlo. Nunca tuve una conversación con él íntima. Nunca se mostró. ¿Cómo lo puedo querer si no se muestra? Pero le tengo agradecimiento y compasión. Cómo debió de sufrir ese hombre: se perdió un hijo como yo, je, je, je...

Un caos enorme

Permítame volver a esa frase: “El odio es el mejor de los maestros”. ¿El odio mueve el mundo?

Si el mundo se mueve es porque el universo es consciente, hay una fuerza que mueve el universo, y esa fuerza que no sabemos lo que es, que a veces llamamos dios, a veces naturaleza, tiene un plan misterioso. Lo que nosotros hagamos con el mundo es otra cosa: el dólar, el negocio. No es lo que mueve al mundo sino lo que lo está aniquilando: el petróleo, las guerras, el machismo, las religiones, la política... Vamos a un caos enorme. Felizmente.

¿Felizmente?

Sí, felizmente porque esto no puede ir más lejos, no aguanta. Voy a tener 90 años y en toda mi vida no he visto un solo ser contento con cómo está el mundo.

Usted tampoco, claro.

Estoy contento con mi vida, con lo que hago. Pero con lo que pasa fuera, ¿cómo voy a estar contento?

¿Y el voto sirve para cambiarlo?

La política está podrida. Votes por quien votes estarás decepcionado. No hay ningún candidato posible que no te decepcione. Cómo estábamos de ilusionados con Obama, que era negro, otra raza, que iba a ser la salvación, hasta le dieron el Premio Nobel de la Paz..., y mire en lo que está convertido, creando guerras. Nunca he visto un presidente que no haya decepcionado a los que le votaron.

Tampoco en España el panorama es muy alentador.

Mire, hay una cosa buena en la guerra política que se traen aquí, y es que no es hipócrita: sus políticos ya ni disimulan que son portavoces del poder, marionetas. Pero es algo evidente. El político no puede solucionar los problemas aquí y y en ninguna parte, porque los problemas son globales, no son del país. No dependen de ellos, sino del poder económico que los maneja. Ellos son empleados, simplemente.

Y ante eso, ¿qué cabe hacer?

Tendrá que terminar un día. Probablemente se llegue a crear máquinas que van a tener más inteligencia que la nuestra. Cuando lleguemos al cerebro artificial y se descubra una energía biodegradable y sana, no como el petróleo, que es venenoso, va a cambiar la Humanidad. Un día va a haber una huelga mundial.

¿Lo cree?

Sí, vamos a barrer con los políticos ladrones, mentirosos y vamos a instaurar una máquina o cualquier cosa, no necesitaremos presidente.

¿Que nos gobierne mecánicamente?

Sí, o un grupo que dirija un país, no una persona sola. Los industriales que envenenan el planeta, los fabricantes de armas..., todos esos serán barridos y llegaremos a lo que tenemos que llegar: a un ser humano digno. Somos dignos, somos bellos. Vamos a llegar a eso.

¿Es usted optimista?

Totalmente. Antes los artistas, Baudelaire, Kafka, Dostoievski, Munch..., eran negativos porque la gente no era consciente; creía que estaba viviendo en el mejor de los mundos. Ahora todo el mundo es consciente de la porquería en que vivimos, la tocamos todos los días. Entonces el artista tiene que ser optimista. Su labor es mostrar hacia dónde podemos ir, cosas sublimes.

El petrodólar gobierna

¿Alguna vez empuñó un arma?

Estudié kárate durante dos o tres años, estos dos nudillos [se toca los de los dedos índice y corazón de la mano derecha] eran mi arma, pero se me estaban deformando las manos, así que decidí no seguir. Me dije: “Si no voy a matar nunca a nadie, ¿para qué aprendo a matar?”. No, no manejé armas. Por principio. Yo creo que las armas crean asesinos. Las guerras existen porque son negocio. EEUU necesita una guerra, así como la Francia necesita producir vino, que causa millones de muertos al año, o tabaco, que hace millones de muertos al año. Y necesita fabricar coches, que hacen millones de muertos con la polución. Son asesinos. Mire lo que hizo la Volkswagen... Romper la corteza terrestre para sacar petróleo como hizo EEUU (la técnica del fracking o fracturación hidráulica, que, según algunos cálculos ha permitido duplicar la producción norteamericana de petróleo en seis años) es un crimen contra el planeta. El dólar no vale: es el petrodólar el que rige el mundo. Apareció más petróleo en EEUU y, rum, se derrumba China. Es el petrodólar el que nos dirige, y es un demonio. Algún día vamos a barrer con eso.

¿Y lo vamos a hacer usted, yo, Elena (de la editorial Siruela, que nos acompaña)...?

Claro, y no vamos a sufrir obligados a trabajar en lo que no amamos. Solo vamos a hacer lo que amamos. En el hotel estaba viendo productos lujosos, para los ricos: diamantes, trajes, grandes cenas... Todas estas señoras imbéciles que andan con sus joyas burguesas de mierda y le hacen el juego a los hombres se van a iluminar, se van a dar cuenta de que son conspiradoras contra la raza femenina.

¿Cómo es más hermosa una mujer, vestida o desnuda?

Si la amas es hermosa desnuda y vestida. No la amas porque es bella, es bella porque la amas.

Ya... De sus palabras anteriores deduzco que no bebe ni fuma.

No bebo alcohol. No fumo. No tomo café; a veces tomo un café o un té, pero mi cuerpo ya lo rechaza. La carne roja ya la rechacé, y estoy empezando a rechazar el pollo. También estoy eliminando la sal, y el azúcar, que me cuesta más. Quiero eliminar todo lo que sea vicio, no estar prisionero. Tengo una teoría: nosotros hemos invadido el espacio de las plantas, y las plantas tienen mentalidad de ser invasor. Como no tienen terreno se meten en nuestra sangre y nos invaden: la marihuana te invade el cerebro y no hablas tú, habla la marihuana; la ayahuasca... Yo conozco a un cineasta que hace 15 años que toma ayahuasca. Ya habla la ayahuasca, no habla él; sus películas son ayahuasca. El vino es la uva por la sangre; la morfina y la heroína son la amapola, que está ahí; el tabaco es una planta; el azúcar es una planta... Los vegetales nos han invadido la sangre. Y como yo quiero llegar a mí mismo, hago lo que puedo. Pero la vida sigue simpática...

¿Sí?

Sí..., el chocolate, ¡cuidadete! El negro, mejor, pero el chocolate es una droga, vaya si te agarra. Es adictivo. Y yo estoy tratando de romper las adicciones. Hay otras: estar con el telefonito...

Uno de sus cuentos, Normal locura, relata la historia de aquel sabio que trató de denunciar el sinsentido en que se había convertido la televisión. ¿Lo mismo vale para Internet, las redes sociales...?

Claro, claro... Mire, yo a veces he hecho algún tuit sobre no comer carne roja. ¡La de ataques que he recibido, no sabe...! La gente es carnívora, pero con pasión. Como no comas carne te van a tratar de loco, de estúpido... Y los otros igual, los vegetarianos... Si no eres vegetariano te atacan. Porque son adicciones. Yo no como carne roja, pero si tengo ganas de un bistec, lo como. Si tuviera ganas de echarme un cigarrillo de marihuana, lo haría, pero no tengo ganas. Soy adicto a mí mismo. Sin narcisismo: adicto a encontrar quién es este ser que vive aquí dentro, quién soy.

Jodorowsky, ¿qué es lo peor de cumplir años, de hacerse viejo?

Hay un texto hindú que dice: “Envejecer no es una humillación. Te desprendes de todo, y cuando te desprendes de todo, te conviertes en una mariposa resplandeciente”. Yo me voy desprendiendo de los dientes, del pelo, de la belleza juvenil, de la energía, de acciones inútiles, de palabras inútiles, de amarras sexuales y emocionales totalmente inútiles, de ambiciones inútiles...

Hay gente que cumple años y no va desprendiéndose de nada.

Porque estamos acostumbrados a que nos den y no a buscarnos. Algunos siempre buscan fuera lo que solo se puede encontrar dentro.

¿Para llegar a ser lo que se es, entonces, hay que, como dice uno de sus cuentos, “aprender a morir”, en eso consiste este juego?

Somos la gota que vuelve al océano: fue gota un tiempo y, glups, volvió al océano. Hay que aprender a soltar el yo. En lo posible, porque es fuerte...: cuando yo estaba en el hospital esperando que me cosieran, bien que me aferraba a mí, a Jodorowsky con la cabeza rota... Pero es así. Hay que aprender a morir, saber que esto termina. Cuando lo sabes es cuando te metes en el presente y aprendes a vivir.

Fuente: El Mundo 

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