lunes, 30 de diciembre de 2013

Psicomagia O Mentira Sagrada

Una mujer va a que le lean las cartas. La “bruja” le dice que alguien cerca de ella morirá, y que esa muerte le costará mucho dinero. Aterrada, la mujer busca consejo en Alejandro Jodorowsky, quien le dice que ha caído presa de una superstición, la cual sólo puede ser combatida con otra forma de superstición. Jodorowsky le receta el siguiente acto psicomágico: cierre las ventanas de su casa, luego utilice insecticida y busque alguna mosca. “Alguien cercano a ti ha muerto”. Ahora envuelva la mosca en un billete de 20 euros al que previamente le ha dibujado seis ceros y entiérrelos. La mortaja le ha costado ahora 20 millones de euros. De este modo la profecía ha sido cumplida y la mujer deja de pensar en ello.

Lo anterior es un acto psicomágico, y miles de personas han encontrado en la realización de actos similares (uno para cada cual, nunca el mismo) la respuesta a padecimientos neuróticos, de incontinencia, a traumas infantiles o a bloqueos creativos, físicos o emocionales. Su creador, Alejandro Jodorowsky -un artista y genio para algunos, charlatán oportunista para otros- ha hecho de la psicomagia el legado de más de medio siglo de trabajar con formas artísticas y de reflexionar sobre el papel del arte en la vida humana. Su intención podría resumirse así: todos somos artistas, sólo necesitamos empezar a actuar como tales.

La experiencia humana ha sido dividida históricamente en la falsa dicotomía mente-cuerpo: la revolución psicoanalítica impulsada por Freud, y posteriormente por Lacan, afirmó la sugerente teoría de que el cuerpo y la mente no sólo no estaban desconectados, sino que curar la mente podía curar también el cuerpo. Era, es, una teoría problemática para muchos, pues para hablar en términos psicoanalíticos necesitamos afirmar por principio la existencia del inconsciente, algo que fuera de la teoría no se puede probar. Sin embargo, la magia de los pueblos originarios ha tratado de curar los padecimientos físicos y mentales de las personas por un método que también requiere una gran cuota de fe, y aunque su prestigio no sea muy alto en la supuesta “sociedad racional” y científica en la que vivimos, sus efectos no son menos constatables, al menos por los que la utilizan en diferentes formas en su vida diaria.

Cuando a esta matriz traemos el nombre de Alejandro Jodorowsky, los reparos aumentan: no es psicoanalista (aunque estudió con Fromm) y no es mago (aunque pasó años asistiendo a rituales mágicos con conocidos curanderos de la Ciudad de México y otras partes del país.) Jodorowsky es un artista, dicen; la misión del artista es, pues, hacer arte, no pretender curar. Pero para Jodorowsky, hacer arte y curar no son nociones separadas, sino el mismo movimiento: la ficción del arte nos enseña algo sobre la realidad, al igual que los actos de un chamán o una bruja buscan atraer consecuencias reales. Jodorowsky ha llamado a esto “la trampa sagrada” o la “mentira sagrada”: donde la mente racional ve un acto absurdo, el inconsciente ve una oportunidad para jugar y dejar de lado la represión.

A través de libros como La danza de la realidad y Psicomagia, Jodorowsky ha venido desarrollando, al menos durante los últimos 20 años, un acercamiento provocador y al menos novedoso que toma en cuenta la teoría psicoanalítica, las prácticas de sanación de la medicina tradicional y el arte de vanguardia. Donde Lacan afirmaba que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje, Jodorowsky afirmaría que esa estructura no sólo no está fija, sino que podemos comunicarnos y promover cambios positivos a través de ella. Para Jodorowsky, la forma de realizar esto es hablándole al inconsciente en un lenguaje que puede comprender: el lenguaje de los símbolos.

Influido al principio por Carl Jung (de quien aberraría después), por su propia experiencia como director de teatro de vanguardia, así como por su investigación sobre la naturaleza del Tarot de Marsella, Jodorowsky comenzó a prescribir actos psicomágicos. Un acto psicomágico se parece a un psicodrama: la carga simbólica de los objetos y los actos que el consultante (pues un “paciente” es alguien inmóvil que se pone a disposición del saber médico, mientras que el “consultante” es alguien que busca el acceso a un saber a través de una consulta) realiza son propuestos por el psicomago como una respuesta simbólica a un padecimiento material. Toda enfermedad, psíquica o física, para Jodorowsky, es producto de una falta de belleza; cuando la belleza reaparece en la vida, el padecimiento no tiene por qué continuar.

Como ocurrió hace muchas décadas con Freud y Lacan, Jodorowsky ha mostrado las posibilidades teóricas y prácticas de un campo terapéutico, pero tal vez no sea él mismo su mejor exponente. Desde hace algunos años, Jodorowsky ha prescrito al por mayor actos psicomágicos a través de Twitter, contradiciendo su directiva inicial de que un acto sólo podía prescribirse luego de una entrevista en directo y con una tirada de Tarot.

En libros más recientes (Psicogenealogía, Donde mejor canta un pájaro), Jodorowsky ha dado algunas claves para que las personas puedan formarse como psicomagos, evitando institucionalizarse a sí mismo en una escuela (la psicomagia, sobre todo, es un camino de autoconocimiento y libertad individual que se comparte con los demás.) Sin embargo, Jodorowsky sabe que es un hombre y como tal no es garante de un conocimiento último. La psicomagia, a pesar de su creador, sigue siendo una herramienta poderosa para curar y curarse a través del arte. Invita, sobre todo, a pensar nuestra propia vida como un entramado de historias y símbolos, los cuales sólo nosotros somos capaces de leer y modificar. La invitación de la psicomagia es a emprender un camino (iniciático, como todo camino verdadero) de reflexión y participación activa en la propia realidad; tal vez incluso de responsabilidad frente a la propia vida y frente al impacto que nuestra vida tiene en los demás. 


Fuente: Faena



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