viernes, 22 de mayo de 2015

Nuestra Naturaleza Como Ambientorganismo

“No eres un organismo en un entorno, sino un ambientorganismo”. Wayne W. Dyer.

Paréntesis Musical (♫) sugerido para esta lectura:



Trata de pensar en el mundo que te rodea, en tu entorno, como si se tratara de una extensión de tu cuerpo. Es decir, como si no estuvieras separado del mundo exterior que ves. En esta definición, resulta imposible describirse a uno mismo sin incluir todo aquello que le rodea. De hecho, ni siquiera es posible verse o escucharse a uno mismo como una entidad separada de su entorno.

No puedes pensar en ti mismo con independencia de tu entorno. Por eso te invito a que dejes de considerarte como un organismo independiente dentro de un entorno, y te veas más bien como una extensión de él. El resultado será que empezarás a ver que todo lo que hay a tu alrededor forma parte de ti mismo y viceversa. Tu entorno no es algo que controles o que pueda controlarte. Es una extensión de ti, al igual que tú eres una extensión de él.

Se trata de un concepto singular, un tanto difícil de asimilar. Es imperativo, sin embargo, para comprender la premisa de este libro. Eres un organismo diferenciado y a la vez inseparable de tu entorno.

SER, SIMULTÁNEAMENTE, UN INDIVIDUO Y UN ENTORNO

¿Ha visto alguna vez a una persona con frente pero sin espalda? ¿Ha visto alguna vez a una persona con un exterior pero sin un interior? Estas preguntas retóricas tienen la intención de estimularte a considerar cómo puedes ser diferenciado e indiferenciado al mismo tiempo y por qué esto es importante para aprender a manifestar tu vida tal y como tu decidas.

Naturalmente, eres un individuo que funciona dentro de este entorno, y es posible describirte tanto a ti como tu entorno con una terminología identificativa separada que todos comprenderíamos. Pero también debes recordar que no puedes separarte de tu entorno. Eres característicamente distinto, del mismo modo que lo son las crestas de las ondas con respecto al fondo de las mismas, pero te hallas irrevocablemente conectado con el mundo exterior, del mismo modo que lo está el fondo de la onda con su cresta.

Una vez que empieces a comprender esta sencilla verdad, las experiencias místicas de la manifestación también se te abrirán como una posibilidad genuina. La mayoría de nosotros no hemos logrado comprender esta pequeña verdad, lo que ha hecho que nos dejemos guiar por la idea errónea de que, ya que somos organismos separados de nuestro entorno, debemos controlarlo. Al hacerlo así, claro está, no sólo mostramos una falta de respeto por nuestro entorno, sino también por nuestra propia naturaleza básica como ambientorganismos.

CONTROLAR LA NATURALEZA O VERLA COMO NOSOTROS MISMOS

Al pensar en nosotros mismos como característicamente distintos de nuestro entorno, adoptamos la postura de ejercer control sobre él. Esta forma de pensar nos conduce a un comportamiento destructivo, tanto en el nivel colectivo como en el personal.

Destruimos los bosques, las marismas, las montañas, los ríos, la flora y la fauna o cualquier otra cosa que impida o dificulte la obtención de beneficios y nuestra propia conveniencia, o algo que llamamos el «progreso» de la civilización. Defendemos todas estas actividades sin comprender que, con ellas, también nos destruimos a nosotros mismos. En último término, haremos que la tierra sea inhabitable si no nos damos cuenta de que con esta caprichosa falta de consideración hacia la naturaleza estamos matando una parte de nosotros mismos.

Es necesario que todos aprendamos a sentir que somos parte integrante de nuestro entorno. Tal vez entonces dejaremos de intentar someterlo. No acabamos de tratarlo con cariño, suavidad y respeto porque estamos convencidos de que aquello que procuramos dominar es algo distinto a nosotros mismos. Pero, como hemos visto, no podemos existir independientemente de nuestro entorno, del mismo modo que no podemos tener un exterior sin un interior.

La idea de considerarnos como un ambientorganismo nos exige respetar todo aquello que encontremos. Una vez que podamos respetar aquello que es externo a nosotros, empezaremos a vivir en armonía con nuestro entorno, en lugar de controlarlo.

A nivel personal, reconocer que la naturaleza forma parte de nosotros mismos, nos abrirá un sinfín de posibilidades de manifestación. Sentiremos que formamos parte de un mundo inteligente. Así, la inteligencia que está en mí, también está en mi entorno. Gracias a esta toma de conciencia, también podremos ver con mucha mayor claridad la conexión que existe entre todas las cosas. Sabremos entonces que si algo parece faltar en nuestras vidas, se debe a que nos enseñaron equivocadamente que aquello que nos falta debemos buscarlo fuera de nosotros mismos.

Como ambientorganismo, sé que la energía de lo que parece faltar en mi entorno personal y la energía de mi propio cuerpo (interior y exterior, frente y espalda) es la misma. Así pues, cuando veo que algo me falta, sé que es porque me veo a mí mismo alejado de aquello con lo que quiero estar conectado.

A partir de ahí, empezarás a tomar conciencia de que puedes conseguir cuanto desees, puesto que ya estás inextricablemente conectado a ello al nivel de la energía. La ilusión de que es algo inalcanzable irá desapareciendo, y sentirás la capacidad de manifestarte como un aspecto más de tu personalidad del que no eras consciente.

Y no te sentirás sólo como parte de tu entorno, sino como parte de todo y todos cuantos formen parte de él. Tu nueva fe ya no te permitirá ver nada como separado. La separación estará siempre ahí, como lo está la cresta de la ola con respecto a la base, pero seguirán siendo inseparables aunque estén separadas, serán diferentes aunque sean indiferenciadas al mismo tiempo. Habrás fusionado así la dicotomía que te impide utilizar esa energía conectiva. Empezarás a verte a ti mismo como una parte orgánica de este mundo, antes que como una entidad separada del mismo.

VERSE A UNO MISMO COMO UNA PARTE ORGÁNICA DE ESTE MUNDO

Existe una creencia popular según la cual «llegamos a este mundo». Así, asumimos continuamente la idea de que quiénes somos y de dónde venimos constituyen dos mundos diferentes. La esencia de este tercer principio espiritual para manifestar nuestro destino es que no existe separación, y que, más que llegar a este mundo como un proyecto de construcción, lo que realmente sucede es que brotamos de él.

Observa un ciruelo y examina cómo aparecen las ciruelas en nuestro mundo. Se planta una semilla y el árbol crece, hasta que termina por florecer y producir ciruelas. La inteligencia de la ciruela está en este mundo, y también está en la semilla, en la flor, en el tronco, en las ramas y raíces. Cada elemento del ciruelo tiene en sí inteligencia de ciruela. No decimos que las ciruelas proceden del mundo espiritual de la esencia de ciruela que luego se convierte en una fruta física en el plano terrenal. De hecho, al observar un ciruelo, podemos decir con toda ingenuidad que da ciruelas. Cada año, el árbol da ciruelas.

Del mismo modo que un ciruelo da ciruelas, tú también surges a partir de este mundo, con la misma energía que se encuentra en cada aspecto de tu ser. Si pudieras contemplar la tierra desde cierta distancia, observarías que tiene rocas, océanos, vegetación y que está habitada por personas. Tu persona es el resultado de lo que está haciendo el universo a un nivel consciente, del mismo modo que una ola es lo que hace el océano, y una ciruela es lo que hace el ciruelo. La inteligencia que hay en ti, por invisible que pueda ser, está en ti en cada una de las fases de tu creación y experiencia vital, y también es la misma en toda otra persona, así como en todas las cosas de nuestro mundo físico.

A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado lo contrario. Generalmente, se piensa en la creación como algo dividido en el ámbito espiritual de lo invisible y en el mundo físico de la materia. También suele pensarse que somos el resultado de un acto de construcción, y que antes que tener nuestro origen a partir del mundo, hemos sido colocados en él. Esto, claro está, no hace sino reforzar la idea de impotencia, de que no tenemos nada que ver con el acto de la creación. Si quieres aprender a intervenir en la creación de los diferentes aspectos de tu vida, tendrás que dejar atrás estas viejas ideas, pero ten en cuenta que no es fácil. El proceso de condicionamiento forma parte de nosotros desde el principio mismo de nuestra existencia.

Una vez que aprendas a verte como alguien que tiene su origen a partir de este mundo, comprenderás que la inteligencia original que se encontraba en la semilla misma de tu procreación, es una energía que fluye a través de todo lo que existe en tu mundo. Tú y el entorno donde tiene lugar el proceso de tu crecimiento tenéis vuestras propias características, pero siempre estáis conectados. Sois tan inseparables como lo es tu respiración del aire que respiras, tu caminar del suelo sobre el que caminas, y tus pensamientos del organismo con el que piensas.

Observa que todos respiramos el mismo aire, caminamos sobre el mismo suelo y pensamos como un organismo, lo mismo que tú. Tú estás de hecho conectado con todos estos seres. No es ninguna casualidad que alguien que viva en un país distante, con diferentes características físicas exteriores y un idioma distinto, pueda morir y donarte su hígado, sus riñones o su córnea, y acomodar la fuerza vital que fluye en ti. Esta idea de tener nuestro origen a partir del mundo, o de ser el resultado de la población terrenal, del mismo modo que la ciruela es el resultado del ciruelo, tiene ventajas para el proceso de manifestar el propio destino. Te capacita con la sabiduría de la creación, en lugar de convertirte en un títere cuyas cuerdas se ven controladas por fuerzas exteriores.

Al creer que aquello que está situado fuera de mí no soy yo, y que no formamos parte del proceso de población de la tierra, cultivamos una actitud de extrañamiento y hostilidad. Esa mentalidad nos conduce a hablar de nuestra conquista del entorno, lo que significa que no podemos capitalizar la toma de conciencia de ser seres conectados. La necesidad de conquistar nos enajena del mundo.

Un dicho indígena americano, enormemente importante, dice: «Ningún árbol tiene ramas tan estúpidas como para luchar entre ellas». ¡Imagina cuál sería el resultado de tal comportamiento por parte del árbol! El árbol y todas sus partes morirían si hicieran algo tan absurdo. Y, sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos cuando nos vemos como individuos separados con respecto a todas las demás personas que tienen su origen a partir de la misma inteligencia divina.

Crecemos a partir de nuestro mundo y somos el resultado de lo que está haciendo la inteligencia divina, y esa es una conexión que nunca podemos perder. Piensa que eres como un síntoma del universo, no un extraño.

Aquello que nosotros consideramos el espíritu que hay dentro de nosotros es en realidad esa inteligencia divina e invisible que nos permite existir y que hace que sigamos creciendo a partir de este mundo. También es separable de nuestra esencia física y nuestro entorno, y de todo y todos los demás que existen en el universo. Si piensas de otro modo, reforzarás tu incapacidad para influir sobre tu destino y para manifestar o atraer hacia ti cualquier cosa.

Al saber que creces a partir de este mundo del mismo modo que una manzana lo hace a partir del manzano, te identificas con la esencia espiritual. Y es la identificación con esta esencia interior lo que te permite establecer con todo lo demás una conexión que te ayudará a atraer tus deseos hacia tu mundo físico. Este poder de atracción será el tema del cuarto principio descrito en este libro.

Pero, por ahora, lo que quiero es que percibas claramente cómo creces a partir de este mundo. Deseo que percibas la diferencia entre este concepto y aquel otro que promulga nuestra llegada aquí desde un mundo separado, a través de un poder que está fuera de nosotros. No eres un destello momentáneo de conciencia personificada entre dos negruras eternas. Eres una esencia que crece eternamente en este mundo, un mundo en el que el espíritu y la manifestación del espíritu parecen diferentes para los sentidos, y en realidad lo son, pero también están conectados. Eres estas dos esencias al mismo tiempo.

Esta toma de conciencia es crucial a medida que sigas este camino de la manifestación. Es un poder, pero no te engañes porque, al contrario de lo que pueda decirte tu ego, no eres el propietario exclusivo de este poder.

VERSE A UNO MISMO COMO UN HOLOGRAMA

Uno de los modos más fascinantes de verse a uno mismo en la forma que describo en este tercer principio consiste en contemplar un holograma y luego proyectarse en él. Si fueras capaz de ver de algún modo a toda la humanidad, junto con todo lo demás que existe simultáneamente, tendrías una visión de la naturaleza holográfica del universo. Tal como son las cosas, sólo puedes ver diminutos segmentos de la tierra a un tiempo.

Un holograma es una imagen fotográfica tridimensional obtenida con rayos láser. Lo singular de un holograma es que un pequeño segmento contiene toda la imagen. Al descomponer y proyectar un diminuto fragmento del holograma, muestra una imagen completa del objeto.

El holograma es una representación perfecta del ambientorganasmo. Tu entorno lo incluye todo, lo vivo y lo muerto, y tú puedes atraer su energía hacia ti porque, desde un punto de vista holográfico, tú formas parte del todo. Tú eres sólo una pequeña imagen física que refleja a toda la humanidad cuando se proyecta espiritualmente sobre la pantalla cósmica. Todos y cada uno de nosotros somos la totalidad de la humanidad. No puedes escapar a esa verdad.

La imagen de los hologramas se puede aplicar intrínseca y extrínsecamente. Se puede cortar un diminuto fragmento de tu cuerpo y proyectarlo a través de un rayo láser, y todo tu cuerpo se verá reflejado a partir de ese fragmento diminuto. Todas y cada una de las células de tu ser contienen la energía de todo tu ser. En un nivel extrínseco, tú eres uno de esos segmentos que reflejan a toda la humanidad como un holograma.

Desgraciadamente, los pueblos del mundo todavía tienen que aplicar esta realidad a su forma de vida. La idea de que cada uno de nosotros está conectado al resto de la humanidad se abrirá paso con el tiempo, y entonces será imparable. La historia nos muestra cómo nos hemos configurado en naciones, con diversas ideologías, como capitalismo, socialismo, totalitarismo, comunismo, monarquía y democracia, que a menudo trascienden la importancia de la propia humanidad. Nos hemos clasificado sobre la base del aspecto físico y de las identificaciones nacionalistas, como italiano, estadounidense y japonés. Además, nos hemos subdividido en clases basadas en los niveles económicos o en las características de nuestras profesiones.

Los países se dividen a tu vez en derecha e izquierda políticas, en creencias religiosas, y la división continúa hasta descender a las familias y, finalmente, a los individuos. Este proceso de división es exactamente lo contrario del modelo holográfico de nuestra realidad.

Esencialmente, tanto si nos gusta como si no, los seres humanos somos iguales en todas partes. Compartimos emociones como temor, amor, odio y celos. También compartimos la sangre que nos da vida, la entremezclamos para la supervivencia de aquellos que la necesitan, y tenemos los mismos órganos internos y los mismos pensamientos. Y, sin embargo, nuestros egos persisten en seguir realizando el trabajo de la división.

Cuando nos contemplamos como seres individuales, fomentamos nuestra inclinación a dividirnos, lo que nos aleja de nuestra naturaleza divina y de la posibilidad de manifestar nuestro destino. Necesitamos controlar el conflicto interno que nos hace dividirnos. El ego fomenta esa inclinación con pensamientos como los siguientes: la diferencia entre lo que soy y lo que debería ser; cómo me comporto y cómo debería comportarme; cómo era y cómo soy ahora; debería ser como dicen los demás; lo desconcertado que me siento en realidad; lo que pienso y cómo me siento; cómo me veo a mí mismo y lo bien que me parecen los demás; cuánto gano y cuánto ganan los demás y lo mucho que necesito. La lista es potencialmente interminable.

Todo este conflicto, como resultado de nuestra propensión a dividirnos y subdividirnos en el nivel mundial, nacional, social e individual, no es más que una expresión de caos. No podremos aportar orden al mundo o a nuestras vidas mientras no logremos reconocer que, en realidad, todos los seres humanos somos hologramas de la humanidad. Todos reflejamos al conjunto, y es esencial que empecemos a pensar de esta forma.

Cuando uno se reconoce en el holograma que es la humanidad, se conecta con todo lo que hay en su entorno a un nivel energético. Un ambientorganismo es un fiel reflejo de todo, y la energía que compartes, es compartida por todos. Esto permite que puedas utilizar la energía universal que está en todas partes, en cualquier momento, proyectándote metafóricamente para reflejar el todo. Una vez que puedas efectuar esta proyección sin dudas o reservas, podrás ver literalmente cómo tus pensamientos y deseos no están únicamente dentro de ti, sino que están dentro de toda la humanidad, que es abundantemente ilimitada. Para conseguir esto, sólo tienes que dejar de guiarte por tu ego y creer plenamente que eres un ambientorganismo.

Como ambientorganismo eres un individuo singular que sólo constituye una parte de la imagen, pero al mismo tiempo contienes la totalidad de esa imagen. Además, el contenido de tu conciencia, que difiere de una persona a otra, también es holográfico por naturaleza. La conciencia es la condición mental de estar despierto. Tus pensamientos individuales, aunque sólo forman una parte de la imagen total de la conciencia humana, contienen simultáneamente toda la conciencia humana.

Como en un holograma, tus pensamientos reflejan los pensamientos de todos. Tus pensamientos, desde esta perspectiva, se pueden proyectar de tal manera que conecten con toda la humanidad. Tus pensamientos están conectados literalmente con los pensamientos de todos los demás, lo mismo que tus emociones, tus deseos y todo tu mundo interior. Puedes aprender a utilizar esta conexión para alimentar tu propia divinidad y, en consecuencia, por definición, la divinidad de toda la humanidad.

La naturaleza del holograma y tu naturaleza como ambientorganismo son una misma cosa. La energía que abarca tu humanidad está en todo aquello que te rodea. Tú eres el todo y el todo eres tú. No estáis separados. El Bhagavad Gita sintetiza este concepto de la forma más profunda que he encontrado nunca. Procura memorizar estas palabras sagradas mientras practicas el arte de la manifestación espiritual en tu vida cotidiana. Te serán de utilidad dondequiera que estés, y en cualquier aspecto de tu vida actual que consideres incompleto.

Aquel que comprende que el Señor de todo es siempre lo mismo en todo lo que es (inmortal en el campo de la mortalidad), ese ve la verdad. Y cuando un hombre comprende que el Dios que hay en sí mismo es el mismo Dios que hay en todo lo que es, no se hace daño a sí mismo causando daño a los demás. Es entonces cuando, de hecho, sigue el camino superior.

La frase clave en este profundo pasaje es «en todo lo que es». Ahí estamos incluidos tú, yo y todo lo que es. Tú eres el todo, y el todo eres tú. Utiliza algunas de las sugerencias que se indican a continuación para poner en práctica esta comprensión y experimentar verdaderamente este tercer principio de la manifestación espiritual.

SUGERENCIAS PARA VIVIR ESTE PRINCIPIO

Haz un esfuerzo consciente por controlarte cuando empieces a pensar cosas que reflejen separación. Imagínate como una parte de todo lo que ves, e intenta proyectar la energía de tus pensamientos en todos los seres vivos del planeta.

Sustituye el pronombre «nosotros» por el pronombre «ellos» y envía energía sagrada a tus compañeros de trabajo, familiares, extraños y a la gente a la que sólo ves en la televisión. Di en silencio: «Yo soy estas personas», «Yo también estoy en esos árboles y en esas nubes», «Somos verdaderamente el mundo y no estoy separado de nada ni de nadie». Esta práctica interior te ayudará a abrazar la idea de que eres un ambientorganismo, en lugar de un organismo situado en un entorno.Contempla la energía que es tu fuerza vital. Olvídate de tu cuerpo y de tus pensamientos, y centra la atención en la fuerza vital invisible que sostiene tu mismo ser, y que también se conoce como chi o prana. Ve si puedes percibirla objetivamente y procura hacer también lo mismo con la energía de alguien cercano a ti. Observa a esa persona y olvídate de tu cuerpo. Centra la atención en la idea de que ambos compartís la misma energía y de que por lo tanto sois la misma persona en ese nivel de energía.

Observar la propia energía y la energía de aquellos que te rodean es una forma de ponerse en contacto con la esencia espiritual de todos y de todo. La conciencia de esta conexión te ayudará a utilizar tu energía para atraer aquello que deseas, puesto que la fuerza vital también está presente en todo lo que deseas manifestar en tu vida.

Confía en la sabiduría de tus sentimientos. Cuando sientes algo siempre hay una razón. Puedes evitar que te domine la opinión de los demás no depositando tu confianza en algo que tu corazón no sienta.

Confía en la sabiduría de tus sentimientos, porque nacen de la seguridad de tu experiencia de la vida. Al confiar en tus sentimientos, confías en la energía que conforma el universo. Esos sentimientos son el vínculo que te une a la fuerza vital del universo, y nunca debes ignorarlos en favor de algo que tu corazón no aprueba.

Practica el ser amable, respetuoso y cariñoso hacia la fuerza vital que se manifiesta en todas las cosas. En otras palabras, demuestra con tu comportamiento que el Dios que hay en todo lo creado es importante.

Vivo cerca del mar durante la mayor parte del año, ya sea en Florida o en Hawai. Una mañana paseaba por la playa en Florida cuando miles de pequeños y diminutos peces plateados se vieron arrastrados por el agua hasta la orilla. Todos ellos saltaban de un lado a otro, boqueando, en busca de agua. Empecé a arrojar los peces de regreso al océano, que estaba ahora un poco más tranquilo.

Mientras intentaba devolver los peces al mar, un hombre pasó por mi lado y se rió de mis esfuerzos. Dijo algo así como: «¿Es que no se da cuenta de la inutilidad de su tarea? Hay miles de peces en la orilla, y sus esfuerzos no servirán de nada». Yo me incliné y devolví otro pez al agua, al tiempo que respondía: «Para este habrán servido de mucho». Recuerda que tus esfuerzos siempre serán útiles, aun cuando estés convencido de que son minúsculos comparados con la magnitud del problema.

Ser suave, respetuoso y cariñoso con otra persona o criatura tiene una gran importancia, tanto para ti como para el otro. La energía del amor se envía hacia el universo y conecta con la misma esencia del amor que existe en todas las cosas. Esto no contradice en absoluto la existencia de una cadena alimenticia natural, sino que implica que el amor, el agradecimiento, el respeto y la amabilidad se extienden a todo, incluso a aquello que forma parte de tu dieta.

La energía de ese alimento también sirve para sustentar la vida y, en último término, toda criatura y todo ser se convierte en alimento para otros seres, incluido tú mismo. En esencia, todos somos el alimento del mañana. El universo absorbe todas las formas y las transforma en una forma nueva, mientras que la energía almacenada en esa forma es eterna.

Hazte el propósito de pasar cada día un tiempo a solas y en silencio, meditando sobre este principio. Repite el principio una y otra vez, como un mantra silencioso: «Yo no soy un organismo en un entorno, sino un ambientorganismo». Al repetir estas palabras para tus adentros, terminarás por proyectar esta realidad hacia el exterior.

Este es el principio de tu proyecto de manifestación, porque la manifestación no es sino la materialización de un nuevo aspecto de ti mismo, con el que siempre has estado conectado a un nivel espiritual.

Convierte el espacio donde se desarrolla tu vida en algo tan sagrado como te sea posible. Bendice todo cuanto te rodea y busca la vida que aportan las plantas, las flores y los animales. Dedica algún tiempo a contemplar tu espacio vital como un lugar sagrado.

Cuanto más vivifiques tu entorno con pensamientos y sentimientos sagrados, tanto más espiritualmente conectado te sentirás. La asunción de una actitud de espacio sagrado atrae automáticamente a tu mundo más que una actitud de indiferencia u hostilidad. Un entorno hostil alimenta el descontento e impide que aquello que necesitas y deseas se manifieste en tu vida.

Esto es evidente en las grandes ciudades, donde se muestra muy poco respeto por el entorno inmediato: se han cortado los árboles, se han eliminado los parques y la mayoría de todo eso se ha visto sustituido por cemento, tiendas, rascacielos y autopistas. Cuando los constructores o los habitantes de un lugar no hacen honor al espacio, alejan el alma.

Lo que se manifiesta entonces es un mundo hostil, aterrador, en el que no hay cariño, un mundo poblado por gentes que perciben las cosas de ese modo. Restaurar la naturaleza y todo lo que sea natural para la vida y en aquellos lugares de los que ha sido desterrada en nombre del desarrollo y los beneficios, constituye una forma de devolver la energía que se manifestará en forma de amor, felicidad y prosperidad.

El poeta sufí Rumi escribió un poema hace casi un milenio, titulado «El mercado de semillas», que refleja esta conciencia.

¿Puedes encontrar otro mercado como éste?

¿Donde, con tu propia rosa, podrías comprar cientos de rosales?

¿Donde, por una semilla, podrías obtener toda una selva?

¿Por un débil aliento, el soplo divino?

Has tenido el temor de ser absorbido en la tierra o arrastrado por el aire.

Ahora, tu gota de agua se va y cae en el océano, de donde vino.

Ya no tiene la forma que tuvo, pero sigue siendo agua. La esencia es la misma.

Esta entrega no es un arrepentimiento, sino un profundo honor a ti mismo.

Cuando el océano se acerque a ti como amante, cásate enseguida, rápidamente,

por el amor de Dios.

¡No lo retrases!

La existencia no tiene mejor don.

Ninguna búsqueda encontrará esto.

Un halcón perfecto se ha posado, sin razón alguna, sobre tu hombro, y se ha hecho tuyo.

De Rumi básico
__

Sé consciente de cómo tus juicios te impiden conectarte con aquello que estás juzgando. Un juicio implica que te consideras como algo separado de aquello que juzgas. Recuerda que es posible contemplar el mundo sin condenarlo, sin tener absolutamente ningún juicio o interpretación, sino simplemente permitir que sea como es.

Es el ego lo que hace que mantengas ese apego por la idea de la individualidad, cosa que, naturalmente, inhibe tu conciencia de este tercer principio. Tu ego analiza, condena, define, evalúa, interpreta y juzga casi todo. Esfuérzate diariamente por desprenderte de esa idea y aprende a verte como una parte de todas esas personas y cosas que ahora estás juzgando. Cuando la necesidad de juzgar desaparezca, significará que finalmente has comprendido que formas parte de aquello que estás juzgando. Tu juicio no es más que una definición de ti mismo.

Como ambientorganismo, verás que el juicio es casi imposible y eso te permitirá utilizar tu energía de una forma mucho más productiva y amorosa, para manifestar aquello que deseas, en lugar de juzgar a los demás.

Diviértete imaginando que eres un holograma. Si recuerdas que eres una pieza diminuta de la humanidad, reflejada en tu pequeña imagen y personalidad, entonces dispondrás de luz verde para reflejar a la humanidad que te gustaría ver en tu mundo. Eres un fragmento diminuto de un holograma compuesto aproximadamente por seis mil millones de piezas, y eres un reflejo de esos seis mil millones de piezas en cada momento de tu vida.

Probablemente tu cerebro racional tendrá dificultades para asimilar este concepto. Si es así, echa un vistazo a un holograma tridimensional y trata de imaginar con tu mente racional cómo es posible que un solo y pequeño fragmento pueda reflejar el todo. Eso no es algo que pueda entender tu cerebro. Has de entenderlo con tu corazón. Intenta verte de este modo, desde tu corazón, y podrás experimentar la increíble fuerza que tienes como parte del holograma del mundo.

Este es el tercer principio de la manifestación espiritual. Todos nosotros somos simultáneamente nuestro propio ser y también todo aquello que está fuera de nosotros. No podemos separarnos de nuestro entorno mientras estemos en un cuerpo físico. Si somos conscientes de esto, entraremos en contacto con la energía de la atracción, que es el tema del cuarto principio.

Wayne W. Dyer, Construye tu Destino [Tercer principio]


Fuente: El místico
Imagen: Archaia

No hay comentarios:

Publicar un comentario